jueves, 22 de abril de 2010


Necesito rescatar el derecho ancestral, secreto, sagrado. Mi derecho a gritarle al perro. A tirarle un vaso de agua al televisor. A vaciarme las manos de platos sucios. A romper el papel que trae mi nombre encadenado a números.

Tengo derecho a festejar un poco de alegría con serenata, humo, mate o almohada. Derecho a tirarme panza al sol, brazos atrás, ojos adentro. Derecho a no cargar maquillaje y sí papeles. Derecho a que un pañal, el agua hirviendo y la planilla, esperen.

Quiero mi derecho a desatarme la euforia, a no domesticarme los impulsos. Mi derecho irrenunciable a olvidarme las explicaciones, a dejarlas sueltas para que las atrape el que pueda y que entienda el que merezca. Necesito rescatarme este derecho, que es uno, que son todos, que son yo. Y una vez, por favor...


una vez, no pensar en nadie más.

1 comentario:

Luisa dijo...

¡Qué bonito!
Síiii ¡hay que rescatar los derechos para no "domesticar los impulsos". No perderse una misma en medio de tanta obligación.
Qué bello como hacés fluir las palabras...